Por Pancho Dondo Jefe de redacción de Adlatina ADLATINA EN MIS ÚLTIMOS VEINTE AÑOS EDITORIAL n mi adolescencia, el libro que más me influyó y más veces leí ―durante mucho tiempo, una vez por año― fue La isla del teso-ro, de Robert Louis Stevenson. Aquella cancioncita que el viejo Billy Bones cantaba ya desde la primera página Quince hombres en el cofre del muerto ― ¡ja ja ja, y una botella de ron! constituía para mí la síntesis de lo que yo quería para mi vida: riesgo y aventuras. Tanto me identifiqué con aquella historia que cuando la escritura ya se había convertido para mí ―desde el oficio de periodista y desde otras manifestaciones que transité― en un modo de vida, más de una vez adopté el seudó-nimo de Jim Hawkins, protagonista y narrador de las aventuras corridas a bordo de La Hispaniola. Cuando en enero del año 2000, en plena explosión de las punto com, el periodista y emprendedor Jorge Martínez me propuso embarcarme en una búsqueda incierta aún sin nombre, acepté de inmediato.