Por Guido Von Der Walde
Head of development y socio de D14S
Antes de entrar en tema, un disclaimer necesario: no suelo escribir sobre tecnología. No porque no me interese, sino porque creo que, en un mundo donde todo cambia tan rápido, lo único realmente relevante y duradero es lo humano.
Pero este año en SXSW hubo algo imposible de ignorar: la inteligencia artificial ya no es solo una tendencia tecnológica, sino la base sobre la que la especie humana seguirá construyendo su evolución.
Todas las veces que fui a South by Southwest (SXSW) regresé con la sensación de haberme trasladado por una semana a un posible futuro. Pero este año, la sensación fue que todo lo que vi y escuché va a pasar mañana a las 5 de la tarde. Lo que hace apenas dos años nos parecían tendencias emergentes, difíciles de materializar, ahora emergen como la (verdadera) nueva normalidad.
Hasta hoy, toda organización se podía resumir en un concepto muy sencillo: talento humano aplicado a una especialidad. Un banco buscaba los mejores analistas financieros, una agencia de publicidad los mejores creativos, una fábrica los mejores operarios… Las empresas competíamos por atraer y retener los Human Resources (HR) especializados más calificados para entregar un producto diferenciado.
Con el avance exponencial de la inteligencia artificial, el nuevo recurso base ya no es humano, sino artificial. Estamos entrando a la era de los “Artificial Resources (AR)” como base del negocio. Esto cambia la ecuación. Todas las compañías, sin importar su industria, estarán vendiendo lo mismo: IA + personas que la aplican a una especialidad.
Esto nos lleva a la gran pregunta: si todos partimos del mismo recurso tecnológico, con la misma capacidad de análisis, producción y ejecución, ¿qué es lo que realmente nos hará distintos?
El concepto de ventaja competitiva ha girado mucho tiempo en torno a tener más presupuesto, mejor equipo, tecnología más avanzada. Pero en una realidad donde cualquier empresa puede acceder a los mismos modelos de IA, el diferencial ya no estará en qué tienes, sino en cómo lo usas.
En SXSW pudimos aprender mucho de las Native AI Companies. Estas son empresas que no incorporaron la IA, sino que nacieron con ella. No tuvieron que aprender a integrarla en sus procesos, sus procesos existen porque la IA los hace posibles.
Para estas organizaciones, los AR son el insumo base. No los ven como una herramienta complementaria, sino como el fundamento sobre el cual diseñan su operación, su modelo de negocio y, en definitiva, sustentan su valor de existir.
Hace más de dos décadas, internet cambió el juego y las empresas que supieron aprovecharlo desde su lógica fueron las que dominaron la transformación digital. Amazon, por ejemplo, no solo trasladó una tienda a la web (cosa que muchos hicieron sin éxito); repensó la logística, el customer experience y el modelo de distribución desde las posibilidades que ofrecía el entorno digital. Hoy estamos en ese mismo punto con la IA.
Las empresas que sigan tratando la IA como un patch de esteroides para su operación o un simple recurso para optimizar sus costos, en vez de verla como la nueva infraestructura de la empresa, estarán en la base del mercado. Las que la integren para replantear su negocio desde la raíz serán las que realmente se diferencien.
Pero, hay una complicación más. A pesar de las infinitas posibilidades que nos da la IA, paradójicamente esa diferenciación se vuelve más difícil porque, nuevamente, todos estaremos fabricando productos y servicios partiendo del mismo recurso.
El esfuerzo no deberá estar en simplemente hacer algo distinto, sino hacer algo único. Usar la IA como nadie más la usa para hacer algo que nadie más hace.
En un mundo donde la IA puede hacer casi cualquier cosa, la diferencia real estará en qué decides hacer y qué decides no hacer con ella. Y aquí es donde entran los agentes de IA: serán una extensión de cada empresa, configurados según su historia, visión y propósito. La pregunta ya no será solo qué hace tu negocio, sino cómo su inteligencia artificial lo interpreta, lo ejecuta y lo convierte en una ventaja competitiva real. Y la clave para lograrlo no será la cantidad de datos que ingresemos, sino la capacidad de darle dirección y sentido a esa inteligencia artificial.
Por eso, a pesar de estar planteando un nuevo modelo de negocio basado en AR + HR, que pareciera estar relegando el talento humano a un segundo plano, este seguirá siendo la esencia de las organizaciones. Eso sí, su rol cambia. En lugar de ejecutar tareas repetitivas, las personas serán las responsables de definir qué hace la empresa, cómo lo hace, por qué importa y cómo utilizamos la IA bajo esas premisas.
Las preguntas que deberemos hacernos serán similares a las actuales, pero con un twist:
- ¿Para qué existimos? Si la IA puede hacer lo mismo que tú, ¿por qué alguien debería elegirte
- ¿Cómo definimos nuestro valor? Si la eficiencia es alcanzable para todos, ¿no deberíamos medirnos en impacto real?
-¿Qué historia estamos construyendo? Porque si no tienes un relato claro, la IA no lo hará por ti.
En esta nueva era, la estrategia ya no será cómo aprovechar mejor la IA, sino cómo definir tu identidad o la de tu organización cuando la tecnología ya no sea una ventaja competitiva, sino un commodity.
Quienes resuelvan esto, serán quienes definan el futuro.