María Jordá Pau, catalana de nacimiento, comenzó estudiando fotografía en blanco y negro en la Escuela de Diseño de Barcelona, España. En 1984 le surgió la oportunidad de viajar a Japón, donde pudo combinar trabajos con estudios sobre la estética y el arte oriental. Luego llegaría el turno de viajar por distintas ciudades –París, Londres, Milán y Nueva York, entre otras-, que influyeron notablemente en sus trabajos.
En 1989 comienzó a desempeñarse como directora de arte en revistas de moda como Donna, Vogue, Pelice, Votre Beauté, Man y Moda, entre otras. Tres años más tarde fue nombrada directora de la primera video-revista nacional. En 1995, se instaló en Costa Rica y empezó a trabajar para los mercados latino y centroamericanos, a través de la productora Banana Films de la cual es fundadora. En 2002 se radicó en Buenos Aires, Argentina. A lo largo de su carrera obtuvo varios premios internacionales, como el Oro en Adrian Advertising y bronces en The New York Best Awards y en el London International Advertising, entre otros.
adlatina.com: -¿Qué significa el cine para usted?
María Jordá: -Es la máxima expresión del arte, una pintura en movimiento a la cual puedes añadirle sonido. El cine permite contemplar la vida en sí misma, y no sólo eso: también te da la posibilidad de tomar un retazo y conservarlo para siempre.
-¿Qué cree que la diferencia a usted de los demás directores?
MJ: -Mi forma de ver las cosas.
-¿Cuál es su principal virtud como directora?
MJ: -La seguridad de que el reloj siempre corre a mi favor.
-¿Qué aptitudes debe tener un futuro director? ¿Qué consejos le daría?
MJ: -Hay que hacerle caso al dicho de Antonio Machado: “caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
-¿En qué cambió la tecnología digital el trabajo de los directores?
MJ: -Todos los avances tecnológicos facilitaron enormemente la tarea del director y la del fotógrafo. Cuando no existía el cine, dependías simplemente del arte de un fotógrafo. La época en la que no existían los HMI era realmente un trabajo mucho más artesanal. Tenías que realizar trucos en directo, era otro momento, mucho más difícil, pero también mucho más selectivo. El cine era magia, y los que en él trabajaban, magos. Había gente con conocimiento, pasión, dedicación, y con cierto “don”. La época digital facilitó las cosas: el transfer, con casi un abanico infinito en la corrección de color; la edición no lineal; la post-producción digital. Seguimos hablando de magia, pero hablamos de la magia de la tecnología, por eso siento gran admiración por los directores que siguen siendo capaces de “crear”.
-¿Cómo es su relación con la agencia y el cliente? ¿En qué medida siente que puede hacer su trabajo con libertad?
MJ: -Por regla general, considero que mantengo una buena relación con el cliente y la agencia. Mi trabajo consiste en plasmar las ideas de un creativo, respetando los objetivos de un cliente de la forma más bella posible. Amo mi trabajo, lo considero como un reto constante.
-¿Cuál cree que debería ser el rol de la agencia y del cliente durante la preproducción y durante el rodaje?
MJ: -La producción de un comercial tiene tres etapas: la preproducción, el rodaje y el armado final. En la preproducción es donde más hay que trabajar en conjunto con todos los integrantes. La agencia, planteando los conceptos y objetivos; el cliente, entendiendo y planteando sus propios puntos de vista; y el director, siendo capaz de asimilar toda esa información para hacer una propuesta clara y concisa, respetando la creatividad, los conceptos y el cumplimiento de los objetivos deseados. Allí es donde se plantean las dudas, donde se resuelve la realización de una idea. Rodar debe ser algo sencillo. En el set, se plasma todo lo que ya es un hecho sobre el papel. Filmar consiste en sacarle el mayor beneficio a lo que está delante del lente.
-¿Con qué aspecto del proceso de creación de un comercial disfruta más?
MJ: -Ciertamente con todos. Pero rodar es lo que más me gusta, me encanta ver el mundo a través del visor.
-¿Qué influencias artísticas y laborales adquirió de todos los lugares del mundo en los que estuvo?
MJ: -Cada lugar significa algo para mí. Barcelona me dio la luz mediterránea; Europa un sentido estético; Japón, un nuevo concepto del color y el equilibrio visual; la cultura oriental, una forma de entender las cosas; los Estados Unidos, una disciplina de trabajo; Centroamérica, la riqueza y la simplicidad indígena; el Caribe, la alegría del color; México, otro concepto de las dimensiones; y la Argentina, el valor del talento individual.
-¿Qué diferencias encuentra usted entre el trabajo para el mercado hispanoamericano y el trabajo para Europa?
MJ: -La publicidad hispanoamericana, más concretamente la argentina, se basa mucho en el concepto, y la forma de plasmarlo es a través de la realidad. Los comerciales son como pequeñas películas. Europa se basa quizás más en lo sensorial, en lo estético y en el poder de la imagen; aunque, en publicidad, al igual que en muchas otras cosas, cada vez el mundo es más cercano.
-¿Puede mencionar cuáles son sus largometrajes preferidos?
MJ: -Primero, Blade runner. Significó un cambio total en cuanto al concepto visual del cine, fue una película que rompió esquemas. A nivel publicidad, cambió los conceptos estéticos y las formas de comunicar. Segunda, La delgada Línea roja, porque es pura poesía. Por más que sus imágenes sean crudas y que el tema no sea el más feliz, es un canto a la vida. Luego, Drácula, de Francis Ford Coppola. Una historia romántica en la cual se reinventaron todos los recursos de los orígenes del cine, una obra maestra. Y por último, Sensatez y sentimientos, nunca los silencios dijeron tanto. La primera vez que la vi me impresionó la dirección de actores.
-¿Cuál es su mejor comercial?
MJ: -No podría quedarme con un solo comercial, cada uno de ellos es especial por algún motivo. No tengo un hijo predilecto, pero puedo nombrarte tres: uno para Toyota Hi-lux, Luna, por las anécdotas que representó rodar en la “luna”. Otro para I.C.T., Recipe, por la oportunidad de filmar con todo tipo de cámaras y recorrer un país completo durante siete días por mar, tierra y aire, viendo las maravillas más impresionantes. Y otro para Heineken, Camaleón, porque fue muy divertido rodar con ese animal.