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LUEGO DE DIRIGIR “FACING A HATER”

Lemon: “El último de Sprite es un trabajo que me llena de orgullo”

El director de La Doble conversó con Adlatina acerca de su reciente trabajo global para la marca de gaseosa; también se refirió al desafío que implicó filmar un spot al que definió como un “experimento social”. “Cuando terminamos miré a mi alrededor y muchos en el equipo estaban llorando”, relató emocionado.

Lemon: “El último de Sprite es un trabajo que me llena de orgullo”
Lemon: “Me encantó, y siento que a todos los que lo ven les pasa algo interesante”.

—¿Cómo fue ponerse de acuerdo con agencia y  anunciante a la hora de encarar esta producción?
 
—Este fue mi primer proyecto con Maxi Itzkoff. Nunca antes había trabajado con él. No sabía bien cómo iba a fluir la relación, porque cada creativo se involucra de manera diferente con los proyectos. Pero me encontré con alguien muy apasionado y abierto a la hora de discutir ideas. Maxi y la agencia siempre estuvieron abiertos a escuchar las propuestas que teníamos, obviamente siempre y cuando potenciaran el film y coincidieran con lo que se esperaba del proyecto. Hubo muchas idas y vueltas con ideas que funcionaron y otras que quedaron en el camino, pero siempre en un clima propicio como para seguir proponiendo, más allá de que funcionaran o no. Ya al leer el guion me había dado cuenta de que estábamos frente a un proyecto distinto y prometedor. En cuanto al cliente, siento que nos acompañó en todo momento, y se nos dio mucha libertad para que hiciéramos lo que sentíamos mejor para la idea. El tono y el lenguaje eran complicados, ya que con en el primero no sabíamos qué podía suceder, y el segundo no se podía modificar porque era la realidad. Por eso, me saco el sombrero, por la valentía del cliente, y por entender que para entrar en la cultura de los teens, y en su conversación, a veces hay  que sacarse prejuicios de encima y actuar más como personas que como empresa.

 —¿Qué aportes le dio La Doble a este trabajo, tanto desde lo técnico como desde lo creativo? 
 
—La Doble como productora me acompañó en todo momento, me apoyó desde el inicio hasta el final y me permitió desplegar todo lo necesario para que la experiencia quedara como quedó. Fue un proyecto atípico y difícil, por las características de la idea. Por eso fue muy importante el gran trabajo de producción que tuvo, desde la logística y lo técnico hasta el movimiento de personas que requería la idea. Trabajé con un equipo espectacular.

 —¿Qué tiene de particular “Facing a hater”? ¿Cuál es su aporte personal como director? 
 
—Es una idea muy interesante. Es un caso, pero a la vez no lo parece. Es como un experimento social. Algo que nunca antes había filmado. Fue un proyecto muy difícil, y mi segunda sensación (la primera fue que la idea me parecía genial) fue que era fácil hacerlo mal. Para que la idea se luciera y funcionara, era necesario que todo fuera genuino, desde el hater y sus reacciones hasta los agredidos y sus respectivos tuits en las remeras. Convocamos a los agredidos por la mañana, y ensayamos los movimientos de todas las cámaras involucradas. Nadie sabía qué iba a suceder cuando llegara el hater. Se podría haber puesto a llorar, o salir corriendo. Por suerte no sucedió. Esta incertidumbre es algo que no sucede en un film tradicional. Siempre hay un casting, un callback y las reacciones de los actores son previsibles. En este caso no había actores. Eran todas personas reales, y sus reacciones fueron genuinas. Podría haber salido todo de otra manera, pero estábamos todos tan alineados que salió como lo teníamos en la cabeza. En cuanto a mis aportes, Maxi me dio todo el espacio necesario como para que la experiencia creciera. Lo que no se negociaba era que la idea original siempre fuera la misma. Después empezamos a proponer distintas miradas de cómo sería la interacción. Lo más importante, siempre, era documentar la realidad sin tocar ninguna variable. La estética general fue un punto al que le dedicamos mucho tiempo, y después de muchas idas y vueltas logramos el ambiente y el look perfecto para que todo superara incluso lo que originalmente esperábamos. La locación le generó un clima al momento que fue tremendo. Ya cuando estábamos en rodaje nos conmovía.
 
 —En lo personal y profesional, ¿qué les sucede a la hora de hacer un trabajo de este estilo, que tiene que ver con lo emotivo y lo social, y que tomó gran repercusión? 
 
—Es un trabajo que me llena de orgullo. Me encantó y siento que a todos los que lo ven les pasa algo interesante. Por eso tuvo tanta repercusión, y me hace feliz que así sea. Hacerlo fue muy complejo, un reto. Era una idea que en los papeles era brillante, pero era fácil de arruinar. No sucedió eso, sino todo lo contrario. Fue muy emocionante para mí poder ser parte de esto. Por un lado, fue mi primer proyecto con Maxi Itzkoff, a quien admiro y respeto mucho profesionalmente. El guión no era algo que hubiera hecho antes. No era ni humor, ni una historia, era un experimento, algo más cercano a lo que hace una artista como Marina Abramovic, que a cualquier publicidad que filmé previamente. Nunca supimos cómo iba a reaccionar el hater, a quien conocí después de filmarlo, no antes, ni cómo iba a reaccionar la gente que él había agredido. Y a eso le sumamos cualquier posible error humano de filmación, en un momento en que no debía haber errores (ensayamos unas siete horas). Todo terminó como lo soñamos, e inmediatamente después de filmar la entrada del hater, y ver que de a uno se iban acercando los agredidos a recitarle su tuit en la cara, y que todo funcionaba, fue una alegría y un orgullo enormes. Tanto que, mientras veía lo que sucedía en vivo, se me caían las lágrimas. Cuando terminamos miré a mi alrededor y muchos en el equipo estaban llorando. Fue único.

Redacción Adlatina

por Redacción Adlatina

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