La publicidad argentina despide al reconocido director de arte Esteban Martucci, quien falleció la semana pasada a causa de un cáncer.
Fue director creativo en Ratto/BBDO. También trabajó en Young & Rubicam, DDB y fue presidente de Bates Argentina. Fue creativo de campañas globales (Peugeot, Francia) y panregionales (UOL Brasil). Trabajó en distintos mercados como Brasil, Venezuela, Chile, Uruguay, Estados Unidos, Hong Kong, China y Singapur. Además, se desempeñó como asesor creativo de agencias y clientes, y conferencista en toda la región.
En 2004 fundó Oil Communications, un estudio creativo publicitario con especialización en dirección de arte, que luego devino en Oil Studio, un equipo multidisciplinario que fusionaba la creatividad estratégica con las posibilidades de revolución digital.
En 2015, lanzó Selfinterview, un medio digital que retrata las personalidades de los creativos más importantes del mundo. Y en 2022, junto con Fernando Vega Olmos, cocrearon el concepto de Gimnasio Creativo, un espacio con el objetivo de incentivar y ayudar a desarrollar la creatividad.
A continuación, la palabra de distintos profesionales que se expresaron en redes para despedirlo:
Fernando Vega Olmos:
En 2011 un tsunami asoló Japón. El mundo entero se solidarizó y mucho se habló y se escribió acerca del tema.
Una mañana de esos días, no me acuerdo dónde, vi una bandera japonesa que en lugar del sol rojo tenía una lágrima.
Una perfecta lágrima roja sobre fondo blanco.
Me quedé maravillado.
Y pensé, antes de ni siquiera saberlo, que esa capacidad de síntesis, estética y ética solo podían haber salido de las manos de Esteban Martucci.
Así era. Esteban lo había hecho y con esa lágrima roja había dicho mucho más que todo lo que se decía.
Esa es la verdadera capacidad de creatividad excelsa. Es silenciosa, apabullante, te pesca de repente, te mueve, es como ver el rostro deseado por primera vez.
Muy pocos pueden conjurar ese don.
Esteban lo tenía y me horroriza usar el verbo en pasado.
Hoy me desperté muy temprano en Madrid con la horrible noticia de su partida. Le mandé un mensaje a Noemí Torres, la querida Noe, su compañera y ahora me siento a escribir esto.
Permitanme que me reserve lo más personal. Conocí a Esteban y me honró con su amistad por casi 5 décadas.
La despedida a mi amigo Esteban me la guardo en mi corazón.
Aquí quiero despedir al otro Esteban.
Quiero ser el redactor que despide a uno de sus tres directores de arte favoritos en el mundo.
Qué vacío de belleza vas a dejar en mi vida Esteban.
Cuántas ideas se van a quedar sin nacer.
Ya no tendremos nuestras charlas de boludeo juntos, y si hacemos tal cosa, y si probamos tal otra?
Ya no habrá chat de entusiasmo por una punta, por una tipografía bella, por unos garabatos sublimes hechos a mano alzada…
Yo se que este texto lo van a leer muchos chicos que tal vez no sepan quién fue Esteban Martucci. Alcanza decir que hoy, por un instante, todas las páginas en blanco del mundo se han quedado negras.
Adiós mi querido amigo, mi admirado colega.
El mundo seguirá siendo un sitio bello, pero te juro que algo de esa belleza pasará desapercibida sin tus ojos.
Francisco Samper:
Se fue un grande. Un gran director de arte, de los mejores del mundo. Un gran creativo y gran publicista. Un gran profesional, que era aún más grande porque era un ser increíblemente humilde, desprovisto pro completo del ego epidémico de esta profesión. Un gran padre y marido, que vivía por y para sus hijas y su mujer, Noe. Un gran amigo, con un corazón enorme. Un gran hincha del fútbol y de Boca. Un gran argentino y un gran descendiente de Italia. Un gran cocinero y un gran comensal. Un gran “gocetas” (como decimos en Colombia), que disfrutaba por igual de las cosas más refinadas y de las más sencillas. Un hombre bueno de verdad. Un grande en todos los sentidos. ¡Gracias por siempre, Esteban! Fue un privilegio y un honor haber trabajado contigo y haber aprendido de ti en cada jornada de “laburo”. Fue un regalo de la vida ser tu amigo. Descansa en paz. Vivirás pro siempre en nosotros, porque fuiste grande!
Rodrigo Figueroa Reyes
Esteban Martucci fue uno de esos pocos amigos que trascienden el ámbito laboral. No voy a recordarlo con pena porque Martucci era como yo, un cabrón. Nos mandamos a la mierda cien veces y nos amigamos ciento una. Siempre por lo mismo: alguna diferencia milimétrica en cómo encarar un proyecto o por River-Boca. El primero que me escribió para reirse porque nos fuimos a la B fue él. El primero que le mandó el video del Pity Martínez rumbo al tercer gol no sé si fui yo, pero se lo mandé tres veces por las dudas. Esteban fue un exquisito director de arte con una visión muy particular del universo. Me atrevería a decir que un incomprendido. Como hablar de talento, es redundante, prefiero centrarme en otros aspectos de su paso por la tierra: fue un gran padre, el compañero fiel de Noemi, un gran sibarita y un amigo generoso. Cuando yo recién empezaba como cadete en David Ratto, el trabajaba de pasador (el que bocetaba lo que le pasaba el Director de Arte) en el equipo de Fabiana Renault. Martucci, también le decíamos así, se tomó el trabajo de seleccionar algunas ideas mias en borrador, bocetarlas a escondidas y con eso armó mi primer portfolio con el que conseguí laburo como creativo. Años después me presentó un proyecto innovador llamado Selfinterview que pusimos al aire en un blog de editábamos llamado What"s On FiRe. Me rompió tanto los huevos que me uso de conejillo de indias para el primer capítulo a ver cómo salía. Así de intenso y apasionado era con lo que hacía. Esteban tenía uno jóvenes 60 años. Su partida creo que nos tomó por sorpresa a todos, incluso a él. Qué mierda es el cáncer. QEPD donde estés querido.
Santiago Olivera
Estaba en Marcet, fines de los 80, la primera agencia de publicidad en la que trabajé, cuando un día entró como redactora Marilú Vidal. Muy buena onda, muy divertida, nos llevamos bien desde el minuto uno. No me acuerdo de todos sus gustos, sí de uno: era fan, muy fan, recontrafan, de Spinetta, y lo que tuve claro fue que esos gustos, incluyendo a Spinetta, eran los mismos que los de un profesor mío de la facu: “Marilú”, le dije, “tenés que conocer a mi profe de creatividad, Esteban Martucci”. “Es mi novio”, me contestó.
Terminé los estudios y al año siguiente me cambié a otra agencia, David Ratto y ahí me volví a encontrar con Esteban. Seguía siendo el novio de Marilú. Su dupla era Pablo Suñer y su visualizador, Leandro Abad. Era el equipo promesa de la agencia. Esteban era el favorito de Ratto, así que le empecé a prestar atención y pude ver cómo pensaba y trabajaba el director de arte que iba a suceder a David. Y, sí: era un capo. Mucho tiempo después lo seguí reconociendo como uno de los mejores que tuvo la publicidad argentina.
Esteban sabía de lo talentoso que era y sabía del favoritismo de Ratto hacia él, y eso a veces le jugaba en contra. Se tuvo que ir (luego volvió) y recaló, cuando no, en la agencia icónica los 90, Young & Rubicam. Esteban quería a poca gente, yo era uno de ellos. No se porqué. Estando allí me recomendó para que me contratasen. Y así volvimos a trabajar juntos.
Me insistía mucho para que me siguiese formando en publicidad y gracias a él me hice suscriptor de la Communications Arts y de la Archive, compré muchos libros de diseñadores (me acuerdo en especial del de Neville Brody) e iba a todas las muestras de diseño que podía. Me invitó a su casamiento con Marilú, claro, con fiesta en su casa de la avenida Santa Fe, un departamento digno de un director de arte exquisito.
Me fui de Young y seguimos en contacto. Todos estos años. En sus distintas agencias y en especial, en Oil, en ese loft maravilloso que tenía en el edificio Dubarry. Volví a Young y me reencontré con Marcela, la mamá de su hija Alessia. Lo seguí en sus Self Interviews, esa idea increíble que tuvo y de la que todos en América Latina querían participar, y en los Almuerzos Selfinterview. Estuvo en la agencia capacitando a los jóvenes directores de arte y post pandemia nos cruzamos en Gimnasio Creativo, otra de sus ideas. Esteban no paraba. Era una máquina de generar proyectos.
Aunque nunca pudo dejar de ser director de arte. Y en eso, era único, quizás el mejor de su generación. La publicidad argentina lo va a extrañar. Yo también. En especial, esa sonrisa que era difícil sacarle, pero que cuando aparecía te hacía sentir que estaba todo bien.
Andrés Novoa Montoya:
No alcanzan las palabras para describir la amistad, no alcanzan los recuerdos para entender esta noticia, no alcanzan las ideas para describir tu creatividad, tu humanidad, tu sentido de la vida, tu corazón y tu serenidad. Esteban, no puedo creer que te hayas ido. No puedo creer que no estés con nosotros. Pero tampoco dejaré nunca de hacerte un gran homenaje. Eres mi amigo, mi compañero de luchas, mi partner en todos los proyectos que creamos juntos. Eres un grande que no le daba bolas a la grandeza, aun así la alcanzaste.
Estoy triste por tu partida amigo, no sabes la falta que me vas a hacer, no sabes como extrañaré nuestras charlas, nuestras risas cómplices, nuestra alegría compartida, y hasta nuestras discusiones fundacionales, de las cuáles luego reíamos como locos. No sabes cuando aprendí de ti, no sabes cuánto me dejaste, no sabes cuanto te extraño. Siempre fuiste un ser especial, desde el día en que hablamos por primera vez en una extraña llamada que nos hacía conocernos, hacer todo lo posible por traerte una y otra vez a Colombia, para que compartieras conmigo y una cantidad de estudiantes toda tu cordura y tu locura, tu inteligencia y tus ideas, tu trabajo in situ, tu creatividad.
Hoy se va uno de los grandes. Uno de los seres que iluminó el mundo de la publicidad. Un gran director de arte, diría que el mejor de América Latina. Un gran director creativo. Pero, saben, hoy se va un amigo. Gracias por todo, gracias por tanto. Gracias por ser ese ser tan especial. A ti Noe, todo mi cariño, respeto y solidaridad. Sabes lo mucho que compartimos, lo mucho que amamos trabajar juntos, construir y destruir proyectos y volverlos armar mucho mejores que antes. No sabes el grado de alegría que era vernos, siempre especial, siempre amoroso, siempre con mucho respeto y admiración. Cuentas conmigo para siempre, donde sea, para lo que sea.
Hasta siempre amigo mío. Hasta que nos volvamos a ver. Hoy tu no mueres, porque quedas en la mente e ideas de muchas personas. Solo te puedo decir gracias. He sido afortunado de crecer a tu lado en todos los sentidos. Gracias. Gracias.