El día que cayó Ceaucescu los cines de Rumania proyectaban Esplendor en la hierba. El dictador comunista fue derrocado en 1989 y la película es de 1961. Esta época rumana pareciera ser el centro temático de la mayoría de los jóvenes cineastas de ese país. Para los que no recuerdan: películas como
Rumania vivió 50 años detrás de la conducción del terrible “conductor”, que mantuvo a su país bajo el aislamiento y el comunismo.
El film de Mitulescu “retrata entre la amargura, el humor y el thriller una época marcada por el oscurantismo, el aislamiento y la pobreza”, dice un artículo del diario español
“Nosotros vivimos los últimos estertores del dictador cuando íbamos al instituto. Su caída fue una conmoción brutal, el hecho más significativo de nuestras vidas. Todo sucedió muy rápidamente y de forma inesperada. De hecho, la inmensa mayoría no movió un dedo; se limitó a verlo por televisión y después salir a celebrarlo”, dijo el director a El Cultural.
“Sin embargo, no todas las consecuencias del comunismo y el aislamiento fueron tan terribles”, agregó el director. Mitulescu creció viendo las únicas películas accesibles en Rumanía, grandes títulos del cine americano de los años ‘40 y ‘50, y mucho cine europeo de esa época. “El neorrealismo tuvo un impacto brutal sobre mí y mi generación. Sus películas fueron de las pocas occidentales a las que podíamos acceder. Después me enamoré del cine de Fellini, quien ha tenido una influencia muy grande sobre mí. Podíamos ver muy pocas películas y la mayoría antiguas, pero casi todas eran clásicos”, comentó.
Los ecos de Fellini se dejan notar con fuerza en Cómo celebré el fin del mundo, irónico título que alude al desmantelamiento de un régimen cuya solidez no era más que aparente. “El film se acerca a la época no a través de una estructura dramática convencional, aunque haya retazos de la misma, sino de pinceladas poéticas que van trazando los perfiles de la cotidianeidad”, dice el artículo del diario español.
“No estaba tan preocupado por explicar una historia cómo por reflejar la vida de entonces, mi intención era captar las emociones, la atmósfera”, dijo Mitulescu. Y lo explica a través de la peripecia de dos hermanos, la adolescente Eva (Doroteea Petre, ganadora de un premio en el Festival de Cannes como mejor actriz) y su hermano pequeño Lalalilu (Timotei Duma).
Ambos representan la cara y la cruz de un mundo extinto. Por una parte, el universo infantil que vive ajeno a las convulsiones políticas, representan cómo la realidad siempre presenta puntos de fuga y la felicidad puede aparecer incluso en los contextos más duros. Por la otra, su hermana simboliza el alto precio que debían pagar aquéllos que se enfrentaban al sistema y también muestra una sociedad corrupta y autoritaria que convierte a muchos ciudadanos en cobardes y delatores.
“La vida con Ceacescu era así. A ratos uno podía evadirse pero la parte oscura siempre acababa por aparecer. No se me ocurre nada bueno sobre aquella época. Había gente en la estructura del poder que apoyaba al dictador pero la inmensa mayoría lo detestaba. El problema es que todo el mundo tenía miedo y se producía una situación siniestramente cómica según la cual todos sabíamos que el gran secreto era que nadie podía más pero, al mismo tiempo, la gente hacía el paripé, acudía a los desfiles y mostraba su devoción al régimen. La familia y los amigos eran el único lugar en el que uno podía relajarse, además del sarcasmo”, agregó el Mitulescu.
Hoy, 20 años después de la caída de Ceaucescu, Rumania vive en una situación totalmente distinta. No sólo está en
Un director con trayectoria
La trayectoria de Mitulescu es un ejmplo del vertiginoso ascenso de los directores rumanos. Con su tercer cortometraje, Traffic (2004), ganó una Palma de Oro en Cannes en su categoría. Fue allí donde Scorsese se enamoró de su trabajo y decidió producir su primera película.
“Tuvimos una relación muy productiva. No sólo puso el dinero, también fue una fuente de inspiración”, comentó el director rumano. Pueden rastrearse otras influencias, como la de Kusturica o Mikhalkov. En cualquier caso, su éxito y el de sus compatriotas es extraordinario en un país que sólo cuenta con 40 salas de cine. “La gente conoce nuestra repercusión y está orgullosa. En Rumania hay una gran efervescencia cinematográfica a pesar de las muchas dificultades ya que tenemos un modelo de producción y apoyo estatal que está en plena discusión”.
De hecho, el último Observatorio Europeo Audiovisual constata que la asistencia a las salas ha crecido más de un 30 por ciento.
El cine rumano a puro brillo
Tras el éxito de 4 meses, 3 semanas, 2 días, el cine rumano sigue a paso firme en las grandes pantallas europeas. Recientemente, se estrenó Cómo celebré el fin del mundo, film producido por Wim Wenders y Martin Scorsese junto al director Catalin Mitulescu.
