En los distintos ámbitos con que lo enfrenta su rol de CEO del D&AD (Design & Art Direction, según su nombre de bautismo), Tim Lindsay se mueve como pez en el agua: tanto en las flamantes instalaciones de la organización sin fines de lucro —se mudaron en diciembre, en la zona londinense de Bethnal Green— como en la vieja cervecería del mismo barrio en la que se desarrolló, entre el martes 25 y el jueves 27 de abril, el D&AD Festival 2017. La razón es simple: lleva casi 40 años en el corazón de la publicidad inglesa y trabajó, justamente, con la mayoría de los peces gordos de esa industria. Entre 1982 y 1993 fue gerente general de Bartle Bogle Hegarty y Young & Rubicam, y desde ese año hasta 2009 ocupó la presidencia de Lowe Howard Spink, Publicis y TBWA.
—¿Cuál es el gran paraguas, el objetivo que le da sentido al D&AD?
—Para decirlo en muy pocas palabras, es una fuerza que empuja hacia el bien en las industrias del diseño y la publicidad. Durante medio siglo, entre 1962 y 2012, su gran rol fue celebrar, estimular y posibilitar la excelencia creativa. La celebración sigue teniendo obviamente gran importancia: para eso están los D&AD Awards, que aplauden lo que hacemos cuando alguien lo hace del mejor modo posible. Lo interesante, lo que nos renueva, es que en los últimos cinco años hemos agregado una especie de segunda fuerza a eso que ya existía: luchar por una industria más diversa y más justa. Algo que, de todos modos, también se vincula directamente con la excelencia.
—Por supuesto. ¿Un plan es acercarse a las entidades que ya luchan por esos objetivos?
—Más bien contagiar esos objetivos en la industria, para que la industria los contagie a sus clientes. Y así fue que llegamos a la idea del White Pencil, el Lápiz Blanco, que lanzamos hace algunos años como una categoría y poco a poco fue tomando más protagonismo: para ir más allá de la excelente idea producida hermosamente.
—¿Y cuáles son hoy los diferentes brazos con que cuenta la organización?
—En primer lugar hay que aclarar que somos una organización de caridad, figura legal que implica que nuestro fin último es el bien público. ¡Pero sí ganamos dinero! La diferencia es que reinvertimos ese dinero en la industria. Nuestro programa más importante son los D&AD Awards, que son el origen principal de nuestro sostén económico. Al mismo tiempo tenemos miembros y socios, tanto individuales como corporativos, que pagan cuotas anuales. Y también auspiciantes, que nos financian. Y, finalmente, hacemos publicaciones, organizamos eventos y formamos gente. Esas son nuestras líneas de acción; pero claro, la más importante es la de los premios, por lejos.
—¿Y de qué modo reinvierten el dinero en la industria?
—A través de distintos programas. El más importante es el New Blood Program, que está compuesto por una serie de eventos: es un premio para estudiantes, es una ceremonia de descubrimiento de la “nueva sangre” que hay en la industria y es una gran muestra, todo celebrado en junio. Eventos para los que nos movemos con unas 140 universidades de arte, de diseño y de publicidad de todo el mundo, entre ellas varias latinas, como la ESPM y la Miami Ad School de San Pablo. Reúne a alrededor de 8.000 personas cada año, y un 40% de los estudiantes y una tercera parte de los ejecutivos que vienen lo hacen de fuera del Reino Unido. Y lo más importante, para los estudiantes, es que los ganadores de Lápices, unos 60 cada año, obtienen el derecho a cursar un bootcamp de dos semanas, la New Blood Academy, aquí en el D&AD, momento en el que funcionamos como escuela. Para ellos es una inmersión muy fuerte en cómo los tratará la vida cuando ingresen oficialmente a las industrias del diseño y la publicidad.
—Probablemente tengan más proyectos concibiéndose.
—Seguro. Sobre todo, programas que sumarán granos de arena en temas como el de la diversidad. Así lanzamos hace un tiempo la New Blood Shift NYC, una escuela nocturna en Nueva York para gente con talento creativo, que ya está trabajando en la industria y que carece de estudios formales. Cuando lo anunciamos hubo 300 candidatos, hicimos un filtro y nos quedamos con 30 y finalmente hubo 17 personas que hicieron el curso completo, la mayoría de las cuales ya tuvo resultados laborales concretos. Se lanzó en Nueva York, pero el plan es llevarla a San Pablo o a algún otro lugar de Sudamérica y, luego, seguramente a Sidney antes del fin de 2018.
—¿Qué perfil de personas componen D&AD?
—Es un grupo diverso y talentoso, por supuesto. La mayoría es joven; hay más mujeres que hombres; y en general son personas de orígenes muy variados. Tarea cansadora, sí, muchísimo, pero con un enorme apoyo de parte de la industria, lo cual la hace mucho más llevadera.
—Suena como un grupo de gente que probablemente inspire y genere proyectos fácilmente.
—Bueno, justamente: el último gran proyecto que surgió de este grupo es D&AD Impact, que entrega ese White Pencil que mencioné antes, que lanzamos el año pasado con la revista especializada neoyorquina Advertising Week y cuyo evento principal se realiza en mayo. Son las viejas categorías que premiaban con ese Lápiz Blanco que distinguía a las ideas que sumaban al bien común, convertidas en un show independiente.
—Un show menos publicitario que los D&AD Awards.
—Mucho menos. Tanto en el tipo de categorías, donde hay títulos como Comunidad, Diversidad e Igualdad, Educación, Ayuda Humanitaria, Evolución de la industria o Vida Urbana, entre muchas otras, como en los criterios de juzgamiento o en el origen de sus jurados, que vienen de áreas y disciplinas que están mucho más allá del diseño y la publicidad. A mi juicio, es el programa más comprometido y más importante que D&AD está encarando en este momento.
—Si se lo compara con una entidad estadounidense igual de antigua y de trascendente, ¿compararía al D&AD con The One Club?
—Sí, claro. Hacemos cosas distintas, pero compartimos muchas creencias. Quizás los orígenes son bien distintos, porque The One Club nació como un desprendimiento del Art Directors’ Club, entidad con la que curiosamente acaban de volver a unirse, mientras que el D&AD fue gestado por un grupo de diseñadores famosos a los que rápidamente se unió un grupo de publicitarios famosos; todos famosos en 1962, cuando la organización fue lanzada, y en sus industrias, obviamente.
—Como pregunta final que podía haber sido la primera: ¿Cuál es su conclusión tras esta edición 2017 de los D&AD Awards y el D&AD Festival?
—En general ha salido todo muy bien. Sentimos que el East London es un excelente lugar para albergar todo lo que esta doble industria, la del diseño y la de la publicidad, representa y significa en este país y en el mundo. Por otra parte estamos conformes con el crecimiento que hemos experimentado y pensamos que todavía hay espacio para un poco, aunque no de modo infinito: no pretendemos de ninguna manera parecernos a Cannes. Para empezar, porque lo nuestro se centra casi con exclusividad en la comunidad creativa; y segundo, porque queremos que lo nuestro siga siendo accesible para la mayor cantidad de gente. Londres necesita y merece un festival creativo como el nuestro. Somos bastante únicos en esto de combinar al diseño con la publicidad, y queremos mantener esa característica. El riesgo que tomamos este año fue integrar la ceremonia de entrega de premios a la semana del Festival: antes dejábamos un mes en el medio, como para estar seguros de que todos los premiados podían viajar. Ahora nos arriesgamos, y estamos bastante conformes con el resultado. Por suerte la mayoría de los ganadores que no pueden viajar pertenecen a redes que tienen oficina también aquí en Londres, de modo que alguien podrá recoger sus Lápices.