Una de las tendencias más frecuentes de 2024 se ha intensificado en el nuevo año. Ante una oleada de críticas a las iniciativas de diversidad, equidad e inclusión, muchas empresas han revertido políticas establecidas para evitar el escrutinio público.
Como hijo orgulloso de padres inmigrantes de Cuba y México, creo en la defensa de la diversidad en todas las facetas de la sociedad, incluido el ámbito empresarial. Sin embargo, también comprendo que las personas razonables pueden estar en desacuerdo sobre temas complejos y que se necesita urgentemente un nuevo enfoque.
Algunos activistas de las redes sociales están liderando una campaña de presión contra las empresas que cotizan en bolsa y que promueven programas de diversidad, lo que ha provocado cambios en empresas como Ford, Harley-Davidson , John Deere , Lowe"s, McDonald"s y Toyota. Tal vez el retroceso más significativo haya sido el de Walmart, el empleador privado más grande de Estados Unidos, que recientemente anunció una reversión de los programas centrados en la comunidad LGBTQ, el cambio climático y otras cuestiones sociales.
El punto de inflexión de este movimiento puede haber sido la ahora infame asociación de 2023 de Bud Light con el influencer transgénero Dylan Mulvaney, que provocó un boicot que duró meses, destronó a la cerveza más vendida de Estados Unidos y provocó una caída de 1.400 millones de dólares en ventas , según la compañía.
En realidad, estos cambios son cíclicos. Hace apenas cuatro años, durante la pandemia, las iniciativas de DEI crecieron exponencialmente, impulsadas por las protestas por la justicia racial y las desigualdades provocadas por la COVID-19. Según McKinsey & Co., las grandes empresas gastaron aproximadamente 7500 millones de dólares en iniciativas relacionadas con la DEI.
En este vaivén impredecible, es natural preguntarse cuál es el equilibrio adecuado y si algún día saldremos de este atolladero. Recuerdo el viejo chiste sobre el pesimista que se lamenta: “Las cosas realmente no pueden empeorar”. A lo que su amigo optimista responde: “¡Oh, sí que puede!”.
Ambos bandos del debate están obsesionados con términos que provocan rencor. En lugar de caer en la trampa de palabras y acrónimos provocadores, tal vez haya una mejor manera de avanzar. Nuestro camino hacia el éxito colectivo debería basarse en limitar el debate a áreas de interés común.
Tomemos como ejemplo el “calentamiento global”, otro término polarizador que provoca veneno en grupos arraigados. En mi ciudad natal, Miami, hay desacuerdo sobre la causa del cambio climático (y sobre si siquiera existe), pero nuestra comunidad encontró puntos en común al replantear el tema en torno a hechos innegables.