La función social del diseño gráfico, igual que la del lenguaje, es la comunicación de información, la inteligibilidad del entorno (en colaboración con el diseño de construcciones y el diseño industrial) y la transmisión de conocimientos. El urbanismo, las vías de circulación y de transporte, la organización de las ciudades y del tráfico rodado necesitan de la información señalética. Los ascensores, los tableros de control de los coches, los teclados de las computadoras y las pantallas táctiles por las que pasa la información, necesitan los signos (flechas, cifras, letras, emoticones) para poder dialogar e interactuar con los usuarios. Lenguaje visual.
Por el hecho de ser lenguaje, la capacidad de combinatorias de los repertorios gráficos hace la comunicación visual ilimitada y omnímoda. Puede “hablar” de todo, del pasado, del presente y del futuro, del universo, la vida y la muerte, de la realidad visible y de la invisible, de la fantasía, de lo posible y de lo imposible, de lo bello, lo feo y lo deleznable, de lo sublime y de lo vulgar, de las evidencias y de las creencias, de la ciencia y de la delincuencia.
Mientras que el diseño gráfico y la comunicación visual –que es su extensión mayor–siempre se refieren, muestran o evocan cosas ausentes –que no están realmente aquí, sino expresadas, ya sea simbólicamente o por representaciones–, la arquitectura y los objetos industriales son, por el contrario, autorreferenciales. Se presentan a sí mismos y se concretan en aquellas funciones que son propias del objeto construido o fabricado.
Una silla, una bicicleta o una cafetera se presentan directamente: “soy una silla”, “soy una bicicleta”, “soy una cafetera”, proclaman con sólo ser vistas. Pero un cartel, una señal de tráfico o la carátula de un CD no dicen “soy un cartel”, “soy una señal de tráfico” o “soy la carátula de un disco”. Lo que dicen siempre es variable, y puede ser: “No a la Guerra” o “Visitad la FIL de Guadalajara”; “Reducir la velocidad” o “Ceda el paso”; “Atahualpa Yupanqui” o “Miles Davies”. Ellos nos informan de cosas ausentes. Igual como lo hace el lenguaje.
Pero estas informaciones superpuestas a la arquitectura (o al objeto industrial) son signos, en el doble sentido etimológico latino: signum, que es al mismo tiempo “dibujo” y “significado”. Esta información añadida no pertenece a la arquitectura, sino al lenguaje gráfico y es exponente de su especificidad y de su versatilidad.
Este privilegio del ojo se une a la relación comunicativa que los estímulos propician en las personas. Y es este doble trascender a “lo gráfico” para abrir las mayores dimensiones al diseño como proyecto, por lo que estamos transitando del grafismo y el diseño gráfico al concepto y la praxis de comunicación visual. Orientada a la cultura, al civismo, a la educación, a la resolución de problemas y a la innovación social. Éstas son, para el diseño gráfico, las señales indicadoras de su futuro.