Justo cuando Estados Unidos parece dispuesto a luchar contra el exceso de grasa y calorías de las comidas rápidas y preparados listos para usar, han aparecido comerciales de Kentucky Fried Chicken –la tradicional cadena de ventas de pollo frito- que se lanzaron a navegar en contra de la corriente. Lo más llamativo es que la campaña de KFC utiliza como argumento central que sus productos tienen “grandes beneficios para la salud”.
La sorpresa del público y los analistas fue mayúscula. El primer trabajo realizado por la agencia FCB para la tradicional marca de comidas rápidas decía que “en KFC usted recibe todo lo que se está cocinando”. En general, se percibe que detrás de ese texto se está tratando de decir que la “comida chatarra” es buena para la dieta de los humanos.
En un comercial, dos jóvenes de apariencia sana y cuerpo delgado y armonioso, empiezan a elogiarse mutuamente por lo bien que lucen físicamente. Al fin, y en tono de cosa secreta, revelan la clave de tanto bienestar: “El pollo frito de KFC”.
En otro spot, una mujer deja caer a los pies de su marido una bandeja de pollos fritos, mientras le dice nada menos que esto: “¿Viste que veníamos hablando de comer mejor? Bueno, ¡empezamos hoy!”.
En cada uno de los comerciales, una voz en off insiste en que “una porción promedio de KFC contiene sólo once gramos de carbohidratos y provee 40 gramos de proteínas”.
La dieta Atkins
Por cierto, los avisos de la cadena se suben al ya veterano carro de la famosa dieta del doctor Atkins, que pregonaba la necesidad de comer muy baja cantidad de carbohidratos y altas cantidades de proteínas. Para que no queden dudas, el locutor remata su argumento de esta forma: “Por eso, si usted está haciendo la dieta de bajos carbohidratos y altas proteínas, debe ir a KFC”.
Por supuesto, nada se dice de los niveles de colesterol que encierra cada porción. Para enterarse, habrá que leer las pequeñas letras sobreimpresas en la pantalla, que dicen que “un envase de pollo frito no es alimento de bajo contenido de grasa, bajo sodio ni bajo colesterol”.
Según algunos observadores, es paradójico que esta campaña vaya a contramano de las tendencias actuales del mercado norteamericano, en el que desde el gobierno se está impulsando la comercialización de comidas más saludables, y tras la comprobación de McDonald’s –en el caso más notable– de que con su lanzamiento de ensaladas y otras variedades más saludables, sus ventas han salido del estancamiento y repuntaron sólidamente.
Kraft, por su parte, acaba de incorporar porciones menores de sus productos de comidas preparadas, mientras que Burger King y Jack in The Box han realizado –como McDonald’s– cambios sustanciales en sus menús. Otro jugador importante, Wendy’s, ya venía dominando desde hace mucho tiempo el segmento de comidas más livianas, cuando todavía no se habían puesto de moda.
Los comerciales de KFC han logrado, de todas maneras, un objetivo caro a la publicidad: hacerse ver, despertar comentarios y también polémica. Habrá que ver si ese efecto se refleja finalmente en las cajas registradoras, o si sus clientes seguirán siendo los mismos de antes de la campaña.
La sorpresa del público y los analistas fue mayúscula. El primer trabajo realizado por la agencia FCB para la tradicional marca de comidas rápidas decía que “en KFC usted recibe todo lo que se está cocinando”. En general, se percibe que detrás de ese texto se está tratando de decir que la “comida chatarra” es buena para la dieta de los humanos.
En un comercial, dos jóvenes de apariencia sana y cuerpo delgado y armonioso, empiezan a elogiarse mutuamente por lo bien que lucen físicamente. Al fin, y en tono de cosa secreta, revelan la clave de tanto bienestar: “El pollo frito de KFC”.
En otro spot, una mujer deja caer a los pies de su marido una bandeja de pollos fritos, mientras le dice nada menos que esto: “¿Viste que veníamos hablando de comer mejor? Bueno, ¡empezamos hoy!”.
En cada uno de los comerciales, una voz en off insiste en que “una porción promedio de KFC contiene sólo once gramos de carbohidratos y provee 40 gramos de proteínas”.
La dieta Atkins
Por cierto, los avisos de la cadena se suben al ya veterano carro de la famosa dieta del doctor Atkins, que pregonaba la necesidad de comer muy baja cantidad de carbohidratos y altas cantidades de proteínas. Para que no queden dudas, el locutor remata su argumento de esta forma: “Por eso, si usted está haciendo la dieta de bajos carbohidratos y altas proteínas, debe ir a KFC”.
Por supuesto, nada se dice de los niveles de colesterol que encierra cada porción. Para enterarse, habrá que leer las pequeñas letras sobreimpresas en la pantalla, que dicen que “un envase de pollo frito no es alimento de bajo contenido de grasa, bajo sodio ni bajo colesterol”.
Según algunos observadores, es paradójico que esta campaña vaya a contramano de las tendencias actuales del mercado norteamericano, en el que desde el gobierno se está impulsando la comercialización de comidas más saludables, y tras la comprobación de McDonald’s –en el caso más notable– de que con su lanzamiento de ensaladas y otras variedades más saludables, sus ventas han salido del estancamiento y repuntaron sólidamente.
Kraft, por su parte, acaba de incorporar porciones menores de sus productos de comidas preparadas, mientras que Burger King y Jack in The Box han realizado –como McDonald’s– cambios sustanciales en sus menús. Otro jugador importante, Wendy’s, ya venía dominando desde hace mucho tiempo el segmento de comidas más livianas, cuando todavía no se habían puesto de moda.
Los comerciales de KFC han logrado, de todas maneras, un objetivo caro a la publicidad: hacerse ver, despertar comentarios y también polémica. Habrá que ver si ese efecto se refleja finalmente en las cajas registradoras, o si sus clientes seguirán siendo los mismos de antes de la campaña.