Publicidad > Global | CARMEN RODRÍGUEZ
Redacción Adlatina |
La chief client officer y socia de Gut, la agencia de Anselmo Ramos y Gastón Bigio, se formó en las mejores agencias de Brasil y en la New York University. “Habla de sus socios de Gut con un amor, una pasión y un orgullo que me dan un poco de envidia”, dice de ella Fernando Vega Olmos en su tercera columna Influencia.
Rodríguez con zeta. No con ese, como los Rodrigues de Portugal.
“Soy la más latina de las brasileñas”, dice ella, y se ríe.
Su papá era de El Salvador y ella se reconoce centroamericana además de brasileña.
Creció arrullada por la guitarra de su padre y la marimba.
“En mi casa se escuchaba mucha música y cuando vi que las propagandas tenían muy linda música, a los diez años, yo dije ‘eso es lo que yo quiero hacer, propagandas con linda música’”.
Cuando le llegó la edad, le llegó también la oportunidad.
Como aprendiz en Leo Burnett.
Quería ser copy, pero alguien vio en ella esa indisimulable capacidad de organizar todo y le dijo que fuera cuentas.
Es una cuentas que mata por la creatividad. Y se ocupa de aclararlo enseguida.
“Mi trabajo es ayudar a encontrar las mejores ideas, participar activamente en ese proceso y convencer a mi cliente de que eso es lo que necesita”.
Después de Leo, Carmen fue criada y nutrida por la aristocracia de la publicidad brasileña: Africa, Saatchi, DM9.
No importa en qué orden.
En el caso de Carmen, el orden de los factores no alteró el producto.
Haber aprendido de primera mano con los mejores.
Hasta que un día quiso tomar distancia y se fue a vivir a Nueva York.
A hacer un master en la NYU. Se quedó un año.
Pero romper con la publicidad le resultó imposible.
Y volvió a Brasil.
A alguna de esas agencias maravillosas.
Y llegó una nueva ruptura. Producto de una situación muy personal.
Decidió entonces que quería irse a vivir a Miami.
Con su marido chef, Felipe.
Abrieron un restaurant. Les fue genial.
Pero extrañaba la publicidad.
Un día conoció a Anselmo Ramos.
Y él la invitó a sumarse a David para atender Burger King y a un cliente llamado Fernando Machado.
Después de David vino Gut.
Una network fundada por latinos con oficinas en varios países del mundo.
Conocí a Carmen hace unos años en un festival en el que fui presidente del jurado.
Carmen era una de las dos mujeres que integraban un jurado poblado de hombres.
Pesos pesados, debo decir. Mucho nombre, cargo y talento.
A la hora, Carmen los tenía a todos comiendo de su mano.
Nunca vi a nadie con esa habilidad. Con una claridad meridiana para argumentar por qué esa idea merecía ser premiada y por qué esa otra, no.
Pero Carmen no aporta sólo visión.
Es una team player formidable. Te hace sentir todo el tiempo que está súper orgullosa de integrar el equipo.
Carmen nos hizo sentir que eramos el mejor jurado del mundo.
Carmen habla de sus socios de Gut con un amor, una pasión y un orgullo que me dan un poco de envidia.
Se llena la boca de alegría hablando de Anselmo y Gastón, de Ricky y Javi, de Joaco y Nacho.
Los nombra a todos, uno por uno.
Y a mí me dan ganas de presentarme en Gut con mi carpeta para proponerme como copy.
Cuando empecé a escribir Influencia pensé que lo hacía para que algún latino o latina se identificara con los protagonistas de las historias y quisiera seguir sus pasos.
Creo que empiezo a darme cuenta de que esa no es la verdadera razón.
Lo que sueño es que alguna chica japonesa o danesa, de Chicago o Vietnam, de Jakarta o San Francisco, algún día quiera ser Carmen Rodríguez.
INFLUENCIA (*).
Nos sobra talento. Nos falta influencia.
Fernando Vega Olmos
(*) Los interesados en proponer nombres deben escribir a fernandovegaolmos10@gmail.com incluyendo en el asunto: “Influencia”.