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Redacción Adlatina |

La magia y el éxito detrás de Wordle

Gratis, no intrusivo, respetuoso con la privacidad y sencillo es el juego recientemente adquirido por The New York Times. Sin embrago, entre los fanáticos existe el temor de que pierda su encanto luego de la compra hecha por el diario.

La magia y el éxito detrás de Wordle
The New York Times ha asegurado que Wordle mantendrá sus características y seguirá siendo gratuito.

El pasado lunes, The New York Times comunicó que había comprado Wordle, el juego de moda en internet, creado hace unos meses por el ingeniero Josh Wardle como regalo para su pareja. El precio, “de siete cifras” (esto es, más de un millón de dólares) puede parecer enorme si se compara con la simplicidad del invento ―el desafío de acertar antes de seis intentos una palabra de cinco letras― pero se corresponde con el éxito del producto: en noviembre lo jugaban noventa personas, a principios de enero solo su versión original en inglés tenía trescientos mil usuarios y a mediados de ese mes superaba los dos millones, según la cifra publicada por The Guardian.

El motivo de su popularidad es su sencillez. Las reglas se aprenden en dos minutos. Su interfaz es minimalista, diáfana. Invita a la tranquilidad al contrario de lo que ofrece el mundo digital repleto de anzuelos en forma de enlaces e insistentes notificaciones. Es gratis. No busca secuestrar la atención del usuario (aunque lo consiga) ni sus datos. Tiene un aire ingenuo, de internet del siglo XX, cuando aún se soñaba que la red, libre y descentralizada, había nacido para arreglar el mundo. Y genera comunidad: la palabra que cada día tienen que averiguar los participantes es la misma para todos. Además, no tiene publicidades intrusivas.

En 2013, Josh Wardle elaboró un prototipo similar y se lo mostró a varios amigos, pero no convenció a ninguno, según cuenta The New York Times. Empezaba entonces la edad dorada de las páginas que mantienen absortos a sus visitantes durante horas mientras saquean sus datos a cambio de pequeñas descargas, y que ahora están bajo sospecha. Como todos los fenómenos virales, Wordle ha explotado en el momento preciso y se ha revelado como un entretenimiento perfecto para tiempos de pandemia: distrae y conecta al usuario con otros jugadores sin exacerbar la saturación digital acumulada tras dos años de encierro.

Lo que no precisa el anuncio de The New York Times es a qué se extiende exactamente la compra. Desde el periódico aseguraron: “El diario ha comprado el juego con todos los derechos e intereses que conlleva”. No está claro qué consecuencias puede tener eso para las decenas de versiones que ya habían surgido en casi todos los idiomas. Según abogados expertos en propiedad intelectual consultados por este periódico, se pueden registrar un juego y una marca comercial, pero no la idea de adivinar una palabra y dar pistas con señuelos de colores, lo que en todo caso permitiría a cualquiera, sobre la base de esa idea, hacer un desarrollo diferente con otro nombre.

El ingeniero de software colombiano Daniel Rodríguez, creador de la versión de Wordle en español, espera poder mantener la página. “Yo desarrollé todo desde cero, el desarrollo es mío y espero que el juego siga existiendo, aunque si registraran la marca asumo que podrían hacerme cambiar el nombre”. A principios de febrero su web alcanzó los ochocientos mil jugadores.

Si no totalmente original, sí que Wordle se ha convertido en un producto muy especial para cientos de miles de personas. Y por ello, si el diario no gestiona bien la compra hay un riesgo de que la operación le cause un problema de imagen, Gratis, no intrusivo, respetuoso con la privacidad. Un anacronismo en el internet actual. En algunos colegios se utiliza ya como herramienta educativa.

The New York Times ha asegurado que el juego mantendrá sus características y seguirá siendo gratuito, aunque en uno de los dos artículos publicados el día del anuncio se añadía a esa promesa la palabra “inicialmente”.