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Alberto Borrini |

Las funciones sociales del diseño gráfico

En exclusiva para Adlatina, la segunda parte de la reflexión de Joan Costa respecto a la relación entre los distintos tipos de diseño y la comunicación humana.

Las funciones sociales del diseño gráfico
Joan Costa, especialista en diseño y comunicación, compartió algunas de sus reflexiones sobre la disciplina con Adlatina.

La función social del diseño gráfico, igual que la del lenguaje, es la comunicación de información, la inteligibilidad del entorno (en colaboración con el diseño de construcciones y el diseño industrial) y la transmisión de conocimientos. El urbanismo, las vías de circulación y de transporte, la organización de las ciudades y del tráfico rodado necesitan de la información señalética. Los ascensores, los tableros de control de los coches, los teclados de las computadoras y las pantallas táctiles por las que pasa la información, necesitan los signos (flechas, cifras, letras, emoticones) para poder dialogar e interactuar con los usuarios. Lenguaje visual.

Por el hecho de ser lenguaje, la capacidad de combinatorias de los repertorios gráficos hace la comunicación visual ilimitada y omnímoda. Puede “hablar” de todo, del pasado, del presente y del futuro, del universo, la vida y la muerte, de la realidad visible y de la invisible, de la fantasía, de lo posible y de lo imposible, de lo bello, lo feo y lo deleznable, de lo sublime y de lo vulgar, de las evidencias y de las creencias, de la ciencia y de la delincuencia.  

Mientras que el diseño gráfico y la comunicación visual –que es su extensión mayor–siempre se refieren, muestran o evocan cosas ausentes –que no están realmente aquí, sino expresadas, ya sea simbólicamente o por representaciones–, la arquitectura y los objetos industriales son, por el contrario, autorreferenciales. Se presentan a sí mismos y se concretan en aquellas funciones que son propias del objeto construido o fabricado.

Una silla, una bicicleta o una cafetera se presentan directamente: “soy una silla”, “soy una bicicleta”, “soy una cafetera”, proclaman con sólo ser vistas. Pero un cartel, una señal de tráfico o la carátula de un CD no dicen “soy un cartel”, “soy una señal de tráfico” o “soy la carátula de un disco”. Lo que dicen siempre es variable, y puede ser: “No a la Guerra” o “Visitad la FIL de Guadalajara”; “Reducir la velocidad” o “Ceda el paso”; “Atahualpa Yupanqui” o “Miles Davies”. Ellos nos informan de cosas ausentes. Igual como lo hace el lenguaje.

Pero estas informaciones superpuestas a la arquitectura (o al objeto industrial) son signos, en el doble sentido etimológico latino: signum, que es al mismo tiempo “dibujo” y “significado”. Esta información añadida no pertenece a la arquitectura, sino al lenguaje gráfico y es exponente de su especificidad y de su versatilidad.

Este privilegio del ojo se une a la relación comunicativa que los estímulos propician en las personas. Y es este doble trascender a “lo gráfico” para abrir las mayores dimensiones al diseño como proyecto, por lo que estamos transitando del grafismo y el diseño gráfico al concepto y la praxis de comunicación visual. Orientada a la cultura, al civismo, a la educación, a la resolución de problemas y a la innovación social. Éstas son, para el diseño gráfico, las señales indicadoras de su futuro.